Moros Marinos

Nacida en 1865 con la idea de oponer una flota sarracena a la cristiana en el combate naval en las aguas del río Clariano, tripularon una nueva fragata, llamada Almanzor, en recuerdo del temible y victorioso guerrero Muhammad Ibn Abi Amir, conocido como al-Mansur, «El Victorioso». Adquirida posiblemente con los fondos aportados por los integrantes de la Junta Directiva de Fiestas, del Casino “El Porvenir” o de los miembros de la propia hilada.

Su participación quedó relegada para el año siguiente a causa del cólera morbo. La nueva hilada, bajo la denominación de Moros Marinos, forjada en la sede del Casino de “El Porvenir”, vino a agrandar las huestes sarracenas con un atuendo “a lo turco” y llevando pulidas palas de madera. Quedó configurada por gentes relevantes, de alto poder económico, integrantes y simpatizantes del partido conservador, cuya relación sigue escondida entre las costuras de nuestra historia.

Durante poco más de siglo y medio, pasean triunfantes por calles y plazas en la diana y en la entrada a los acuerdos de pasodobles y marchas moras y en sus inicios de marchas militares; en el sacrificio de la misa y en la procesión, llenan el rito que desde 1860 lleva a convertir Ontinyent en cristiana y mora.

En el transcurso de muchos años, acompañados de la música, mostraron la belleza de su desaparecida danza, registrada en la prensa a lo largo de los siglos XIX y parte del XX, y de forma singular en la Exposición Regional de Valencia (1909) . Al igual que la añorada “Nit del Riu”, regalada de gozos y divertimentos, en la que el protagonismo que poseía la fragata “Almanzor”, junto a la cristiana “Méndez Núñez”, adornada e iluminada a la veneciana y arrastradas por mulas, navegaban en las aguas del río Clariano para hacer suyas las escenas históricas ligadas al mar, rememorando tiempos pasados en los que se acudía a defender nuestras costas de los ataques de piratas bereberes y tunecinos.

Surcando los mares de la fiesta, los moros marinos han guiado en infinidad de ocasiones a las huestes sarracenas, llevan y custodian la enseña con el creciente de luna y declaman los grandilocuentes versos de la embajada desde la cubierta de la fragata, donde viejas y nuevas generaciones de moros marinos izan en su proa todos sus quereros e ilusiones entre días cautivados por un pueblo y su gente.