Presentación del cartel de Fiestas

El acto de presentación del cartel de fiestas de moros y cristianos de Ontinyent, emerge como un momento trascendetal que marca el inicio oficial de las celebraciones. Situado en el epicentro de la ciudad, en la majestuosa Plaza Mayor, bajo la atenta mirada del imponente castillo que preside las fiestas, este acto se convierte en un espectáculo de emociones y tradiciones que une a toda la ciudadanía en un mismo espíritu festivo.

Tras el vibrande desfile de la Publicación, el escenario se prepara para recibir el gran momento: el descubrimiento del cartel oficial. Con expectación palpable y corazones palpitantes, los ciudadanos se congregan en la plaza, ansiosos por presenciar la revelación de la imagen que simbolizará el espiritu de las fiestas. Con un fervor contagioso, se entrelazan sonidos de la música festiva y el murmullo de la multitud, creando una atmósfera vibrante y llena de energía.

Al emerger el cartel ante la mirada expextante de todos, se desata una ovación unánime que resuena en cada rincón de la plaza. Es un momento de orgullo y emoción compartida, donde se celebra la riqueza cultural y la identidad de Ontinyent. Más allá de ser una simple imagen, el cartel se erige como un símbolo de unidad y pertenecia, recordándonos la importancia de mantener vivas nuestras tradiciones y de celebrar juntos nuestra historia y nuestro legado.

El clímax del evento llega con la interpretación de dos himnos que resuenan en el corazón de los ontinyentinos: la marcha mora Chimo de José María Ferrero Pastor, emblema venerado de nuestras fiestas y el himno de la ciudad de Rafael Martínez Valls. Estas melodías, imbuidas de historia y fervor, infunden el ambiente festivo con un sentido de indentidad y orgullo arraigado en la comunidad. Al sonar las notas de Chimo, el espíritu festivo alcanza su cúspide, recordando a todos los presentes la grandeza de nuestras tradiciones. Acto seguido el himno de Ontinyent se eleva en un coro unificado, uniendo a todos los asistentes en un sentimiento de gratitud y amor hacia nuestra querida ciudad. Es un momento de comunión y celebración, donde la música nos conecta con nuestra esencia ontinyentina más profunda, marcando así el final de un acto que perdura en la memoria como un tributo a nuestras raíces y a nuestra comunidad.